18/6/08

Discurso sobre los inconvenientes del jurado como institución judicial

Por el Dr. Juan Mambrilla López-Borricón

Libro "Discurso sobre los inconvenientes del jurado como institución judicial"
Madrid - Año 1851

Extractos:

¿Qué es el Jurado? Es un Tribunal al que la casualidad da origen; una reunión de hombres sacados del pueblo que van a tomar por un instante la investidura de jueces, para volver después al sitio de que han venido; para confundirse al día siguiente con las masas de que salieron; jueces de un momento formados a manera de Lotería, tal es el Jurado, como muy oportunamente se ha dicho.

La sociedad necesita Tribunales que administren justicia, y no obstante que este cargo es de tan gran importancia, la sociedad no se ocupa en nombrar personas que le desempeñen; el presentar esos hombres, es obra que se deja al acaso. La ley no exige cualidades de instrucción, ni moralidad, y como la ignorancia y la malicia son tan comunes, fácil es que ellas se sienten en el solio de la justicia; la ley lo permite sin embargo, como si a ella nada la importara.

Para aplicar la ley es necesario conocerla, y para conocerla es preciso estudiarla profundamente; obra que por cierto no es de un solo día.

Se ha sostenido que en las cuestiones de hecho, en aquellas en que sólo se trata de conocer la comisión de un delito y descubrir su autor, el jurado es el más competente, más a propósito para encontrar la verdad, que no los Tribunales ordinarios. ¡Qué error! Es fácil su conocimiento cuando se presentan con toda evidencia, pero no es esto lo que ordinaria y generalmente acontece. Las cuestiones de hecho son en su mayor parte dudosas a primera vista, y en gran manera complejas. Trátase de averiguar la certeza de un delito; trátase sobre todo de encontrar su autor.

El hombre de ley que ha cultivado su razón, dedicándola precisamente a esos estudios, sin duda que ha de ser más apto para juzgar que los jurados, extraños del todo a esas cuestiones, porque han dirigido su atención a objetos muy diferentes. Los jueces perpétuos aleccionados por la experiencia, que han pasado la vida fallando y juzgando, que han visto tantos casos, que han perseguido en mil ocasiones la malicia y la mentira hasta sus últimas trincheras. ¿Quién duda que han de tener mayor disposición para encontrar la verdad, que no los pobres jurados, jueces de un día, faltos de práctica, para quienes todo lo que en los juicios ocurre es desconocido?

¿Cómo es posible, que en cuestiones que lo son de ciencia, no sirva de nada el estudio? ¿Cómo la práctica ilustrada, el hábito constante de hacer una cosa, no han de valer para hacerla cada día mejor? ¿No es esto lo que pasa en las demás profesiones? El hombre científico, el hombre práctico, que cuenta una larga carrera desempeñando funciones judiciales, todo lo observa, a todo da el valor que merece; las cosas mas pequeñas ocupan en su mente el lugar que deben tener: ejercitado ya en este trabajo, conociendo su importancia, comparando los casos de hoy con los de ayer, no olvida nada, porque sabe que todo interesa; pero el hombre nuevo, distraído por sus negocios particulares, cansado de una discusión, que a veces le cuesta comprender, apenas se para en las cosas de mayor bulto, y desatiende y descuida las demás; cuando acaso los pormenores, que le parecen insignificantes, conocidos por un juez inteligente, llevan la conviccion a su ánimo, y le dan la seguridad necesaria para decir con toda certeza.

La ley arranca a los jurados de sus negocios para llevarlos a desempeñar funciones que no son las suyas, y en las que no tienen un inmediato interés. Fácilmente se comprende lo que entonces habrá de suceder. Suponiendo que sean hombres probos, harán un esfuerzo por seguir con cuidado todo el curso del debate, pero al poco tiempo su atención se debilitará; fatigados con discusiones largas y embarazosas, olvidan acaso lo más importante, y mientras obedeciendo la ley ocupan un asiento entre los jueces, su imaginación vuela tal vez por diferentes objetos. Todos tendrán su pensamiento fijo en lo que les interesa, en aquello que más fuertemente les preocupa: ninguno tal vez en lo que a su vista está pasando, que tiene formas muy descoloridas para hacerles olvidar los negocios de que pende su fortuna. Al llegar al fin, los jurados, que sin disputa habrán desatendido lo de mayor influencia para una resolución acertada, o decidirán a ciegas o depositando su confianza en los jueces de derecho, se arrojarán completamente en sus brazos.


Se habla del Jurado como si no se compusiera de hombres inaccesibles a todas las instigaciones del poder. El gobierno que se encuentre con bastante fuerza para corromper a los Tribunales, ese gobierno, no lo dudéis, corromperá tambien a los Jurados. También delante de éstos podrá presentar una perspectiva halagüeña; también podrá hacerles multitud de ofrecimientos, también podrá ejercer coacción sobre sus conciencias, y una coacción más eficaz que aquella con la que a los Tribunales puede amenazarse. Si donde hay Jurados así no se hace, será por prohibirlo la conciencia pública, o por temer una responsabilidad moral que el gobierno no se atreve a arrostrar; pero esa misma responsabilidad, esa misma conciencia general impedirá también la seducción de los jueces de derecho.

El Jurado es incompetente para comprender las cuestiones de hecho; el Jurado está más sujeto a la parcialidad, que no la magistratura está. Como Tribunal ha de participar de las pasiones populares: tiene que moverse a impulso de los mismos sentimientos, tiene que sufrir las mismas fluctuaciones con que se conmueven las masas.

 
Enlace: Versión On Line

Publicación "Google Books"
Libro "Discurso sobre los inconvenientes del jurado como institución judicial"
Madrid - Año 1851